Este tipo de queso es distinto a todos los demás, su forma de elaboración lo hace especial.
Proceso de elaboración minucioso…
El día de su fabricación, la leche es coagulada a temperaturas inferiores que en el resto de los quesos, utilizándose para esta coagulación una maceración de los pistilos de la flor del cardo silvestre (“Cynara cardunculus”).
Al siguiente día, cada queso es salado a mano por frotación con sal gruesa.
Durante varios días, incluso semanas, los quesos son almacenados a muy bajas temperaturas y volteados de forma regular.
Tras este tiempo, el queso comienza a exudar, lo que comúnmente se conoce como “remelo”.
Una vez alcanzado su punto óptimo, los quesos son trasladados a otra cámara de maduración, a mayores temperaturas, y se envuelven uno a uno con vendas de algodón, para evitar que se deformen durante su maduración.
Este proceso arduo y laborioso debe realizarse varias veces hasta que se alcance el final de la maduración, momento en el cuál permanecerán con sus vendas finales.
¿Cómo Degustarlo?
Se retira la parte superior del queso con un cuchillo y se descubre un interior líquido y extremadamente cremoso, ideal para untar.
Aspecto
El color de la corteza varía entre tonos amarillos y marrones, a veces ligeramente rojizos, siendo el interior de color crema. Se trata de un queso de intensidad olfativa muy intensa, con aromas vegetales y animales que se entrelazan en boca. Con toque salino y ligeramente amargo. De textura muy blanda, cremosa, soluble y fundente, de elevada untuosidad.
Maridaje
Marida perfectamente con panes tostados de trigo y centeno, frutos secos, miel, mermelada y/o cebolla caramelizada. Debido a su potencia aromática, vinos blancos y secos suelen ser un buen acompañante.
Formato de 280 gr. aprox.
Valoraciones
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